martes, 17 de julio de 2007

REPORTAJE

Cuando los niños se preocupan demasiado

Javier en las gradas de su casa
Desde que Javier, un niño de 6 años, muy despierto y maduro vio que un policía hacía parar a la buseta de la escuela en su camino a casa, no ha logrado superar la preocupación por lo sucedido y cada vez que puede pregunta a sus padres si ellos obedecen siempre las leyes y si nada les va a suceder.

“Tan pronto nos subimos al carro los comentarios empiezan: ‘no vayas muy rápido’, ‘no te olvides de parar en la luz roja’, y continúan durante todo el trayecto”, comenta su madre.

Son muchos los niños (en la mayoría de los casos se trata de los hijos mayores), que se preocupan demasiado por cosas que corresponden más bien a la preocupación de los pares y los adultos que les rodean.

“¡No hay razón para que mi hija se preocupe de si hay o no leche en la refrigeradora”, dice Lucía, la mamá de Paola, una niña que a diario la enloquece con recomendaciones y preocupaciones que no empatan con su edad.

“La preocupación es una etapa en el desarrollo de los niños, mientras se da la transición del pensamiento mágico que invadía sus mentes cuando eran pequeñitos a un pensamiento más concreto”, según el doctor Barry Antón, de la Universidad de Tacoma, Washington.

Lo que sucede es que los niños, una vez que crecen y entran a la escuela, se dan cuenta de que para que las cosas caminen sin problemas se requiere de ciertas precauciones pero que, al mismo tiempo, hay algunas otras cosas que van más allá de la habilidad o el control, para que todo salga bien, lo cual se convierte en una preocupación para los pequeños en general y en un tormento para aquellos cuyas preocupaciones se tornan obsesivas.

Cuando las cosas no llegan a mayores, hay pasos que los padres pueden dar para calmar a sus pequeños como, por ejemplo, asegurarles que todo está en orden y que no hay razón para asustarse. Es bueno comentarles que cuando tengan algún temor siempre habrá a su alrededor una persona adulta a quien consultar y que seguramente recibirán el apoyo que necesitan.

También conviene no hablar con otros adultos de temas preocupantes delante de los niños, especialmente si vemos que nuestros hijos son del tipo de niños que todo les preocupa o que les gusta hacerse cargo de toda situación aunque los padres no les hayan pedido que lo hagan.

Cuando se torna en un problema serio

Un pequeño de 7 años fue llevado por su madre para ser evaluado porque ella estaba muy preocupada por los excesos de preocupación innecesaria. Tan pronto se iniciaron las clases empezó a preocuparse por las notas y porque tenía miedo de que su profesora no lo quiera. La mamá vivía atormentada porque, con frecuencia, su hijo no quería ir a clases porque tenía “dolor de estómago” y prefería quedarse en casa con ella. Además, cada vez que el día estaba oscuro tenía temor de que hubiera una tormenta y la casa se inundara.

En otras ocasiones no podía dormir porque pensaba que se iba a entrar un ladrón o que su perro escaparía y nunca lo encontrarían. Le comentó a la especialista que su hijo actuaba como un “hombre chiquito” en lugar de un niño de 6 años pues hasta se preocupaba de si había suficiente gasolina en el tanque del carro, si la familia tendría el dinero suficiente para comprar ropa y comida y para pagar la escuela.

Cansado iba a la escuela y no rendía igual que antes debido a esa ansiedad excesiva que interfería con su capacidad de cumplir con las tareas y terminar sus pruebas a tiempo. Sus amigos se alejaban, no querían incluirlo en sus juegos, estaban hartos de sus recordatorios sobre la posibilidad de lastimarse. La mamá no entendía el comportamiento de su hijo dentro de un hogar estable y tranquilo, sin problemas familiares mayores.

Habla la especialista Karen Dineen Walter

Esta doctora, experta en trastornos de la personalidad infantil explica que los síntomas están en relación directa con el diagnóstico de un desorden generalizado de ansiedad. El exceso de preocupaciones y la dificultad de controlarlas producen otros síntomas asociados como los problemas de sueño y la fatiga. Esta ansiedad interfiere con el funcionamiento del niño en la escuela y en el entorno familiar y de las amistades. Comenta que el desorden se presenta en los niños alrededor de los ocho años. Estos chicos suelen tener muchas preocupaciones que no logran controlar a pesar de los efectos adversos que causan en sus amistades, en su rendimiento escolar, en las rutinas y actividades familiares. En estos casos hay que buscar ayuda profesional.

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